miércoles, 22 de mayo de 2013

Un nuevo viaje

       Es extraño cómo se encastran en un sueño los cuadros de una llamada telefónica. Mamá estaba preocupada porque sus chicos de nuevo querían agarrar la mochila, patear mundo. Los perdía de nuevo y le habían prometido que no volvería a suceder. Entonces recurría a ellas, a los dos pilares de los otros dos. Se suponía que tenían la capacidad de retenerlos, aunque no alcanzaba a sospechar que uno estaba perdido para siempre y era el que urdía toda esa trama donde no eran cuatro (apenas tres + uno). De no ser por el nombre que lo identificaba en su calidad fantasmagórica, el sueño hubiera seguido la dirección concebida por M. Sin embargo, alguien lo nombró y no importaba que se hiciera el desentendido. Ella (el elemento "uno" que se reconocía fuera de la tríada) se repetía: "Pero si vos estás muerto, vos estás muerto". Y no solo eso, sino que se negaba a seguir soñando el sueño de otro:
       -A mí él ya no me importa, M. 


lunes, 13 de mayo de 2013

Empecinarte en las señales, puede traer a riesgo descifrar el mensaje.
Siempre la primera luz es como un latigazo, el exceso también ciega.
El vacío abierto de un zarpazo en pleno vientre.

A veces la timidez se traduce en un desinterés que ni pretende ser ofensivo.
Y lo doloroso es eso: no pretender ser nada.
                       

sábado, 11 de mayo de 2013

Lobo solitario

     Y después de cuánto tiempo venía a descubrirlo, que ya se habían visto en un pasado lejano, cuando lo áspero de la personalidad y un algo lobuno apenas le dejara la promesa de unos ojos grabados en la memoria. A menudo le sucedía, eso de percibir a primera vista aquellas casualidades que mutarían en afinidad indiscutible.
     Aquel caso había sido la materia pendiente, el aparente nunca más, el preguntarse qué habría pasado si le hubiera dicho alguna palabra cálida o el lobo se hubiera atrevido a decir aquella verdad que le saltaba en la mirada cuando pareció volverse desde la puerta del local. Ni una cosa ni la otra. Se había detenido dos segundos con toda su rusticidad a tocar la caja peruana como al pasar, mientras ella buscaba con manos temblorosas las llaves que una amiga les había dejado en la tienda. 
     El que hablaba era el otro, el que sonreía y parecía exigir algún signo de domesticación al lobo, que seguía haciendo lo suyo como si no pasara de ser una sombra. Después fue el leve movimiento de mentón, como si le dijera que levantara campamento y ya volvieran a su casa (ahora que podían entrar). Fue cuando se volvió desde la puerta, con toda la intensidad de lo no dicho y la mordaza que no podría quitarse. 
     Lo mismo que el abrazo de final de segunda temporada, el dejar la cosa al azar de un próximo encuentro que no vendría y confesarse a sí misma que lo había reconocido por la franqueza de la mirada, aunque ya no acostumbrara aullarle a la oscuridad. 
    
     

viernes, 3 de mayo de 2013

Ahora lo recuerdo perfectamente... La noche en que el meteorito me encandiló desde la piel vibrante de una serpiente.

jueves, 2 de mayo de 2013

Tsunami


Aquella vez porque te agarró desprevenida, desdoblada, abstraída en la huella donde estarías buscando qué: ¿el origen y destino zigzagueando en la arena? Tus huellas y la noche, no sé si porque a veces te pesan demasiado los pensamientos que te cuesta más mirar hacia las estrellas… Una visión fugaz de los farolitos de la ciudad que lamía sus márgenes en el mar. Volteaste, ¿por qué volteaste? Cualquiera hubiera dicho que sería el rugir a tus espaldas o ese qué sé yo que a veces te crispa los nervios o enciende el instinto de tu lado izquierdo, pero no. Volteaste por la necesidad de contemplar ese mar sereno que imaginabas azul o negro, pero nunca distante, nunca retirado, nunca regresando en una ola gigantesca. Si no estuvieras desdoblada, ¿cuál habría sido el fatal desenlace? Pero en algún momento de tus sueños generaste esa facultad extraña de estar en dos lugares a la vez, en varios lugares a la vez, aunque esa noche del primer tsunami fueras dos y estuvieras en la orilla y en la cresta de la ola y pudieras interrogarte a vos misma y decidir dónde querías estar. ¿De verdad te pareció menos peligroso eso de nadar el mar encrespado?  No me vengas con esas teorías ridículas de peliculita de serf, que de lograr internarte lo suficiente en el mar pasás el punto fatal de rompimiento de la ola… ¿O acaso no te devoró igual, hallándote a mitad de camino y rompiendo como siempre lo hace? Supiste o creíste saber lo que era ahogarse, sin miedo, con esa resignación no sé si dulce de lo inevitable… rodeada de azul y burbujitas, confundida en el arriba-abajo. Sin miedo. Flotando en esa inmensidad que era dueña, de ella dependía ahora si te sacaba a la superficie cuando todavía quedara algo de aire en tus pulmones.      Despertarte en ese momento fue no saber si habías sobrevivido. Los sueños tienen eso de espectacular, de incertidumbre clavada en pleno pecho. Si no fuera por el segundo tsunami, nunca lo habrías sabido.