lunes, 19 de agosto de 2013

Un fitito amarillo

     Fin de semana largo, tardecita y zona del Paseo de las Artes. Estacionamos en el lugar de siempre, ahora que "siempre" es "hace un par de meses" desde que estamos motorizadas ("estamos", dijo el mosquito). En fin, hace un par de meses que ser copilota es parte de mi cotideanidad y a veces me agota tanto como si fuera yo misma la que manejo. 
     Esta vez estaba cansada de antemano, por eso el "siempre" fue difuso y pensé que quizás la seguridad del fitito metiéndose de trompa en ese espacio en el que de ningún modo podría entrar... No, no es estacionamiento del edificio. Lo observo desde la vereda, como si me hubiera ganado el cansancio de la semana. No, no es un estacionamiento y el conductor del fitito se baja con el mismo énfasis. Mira en todas direcciones porque maldice la presencia de testigos y metió su bodoque de trompa al cordón (y abajo de un tacho de basura comunitario; parece dato menor, pero no lo es)... Si leyera mentes, el relato sería que después de todo un fitito entra en cualquier lado y que apenas asoma el paragolpe trasero: "¿Lo dejo así o no lo dejo? Me vieron, lpm... Ahora me hago el boludo." Y por detrás mío, mi hermana: 
-¿Qué le pasó, lo chocaron? No, algo le tiene que haber pasado. 
-Estacionó, Belén. 

(y después de dos, tres horas... risas; acordarse y risas)